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Maradona espejo del tiempo

  • Writer: Florencia Franco
    Florencia Franco
  • Jan 4, 2021
  • 25 min read

Updated: Mar 14, 2021

Es bárbaro recorrer el pasado

cuando venís desde muy abajo y saber

que todo lo que fuiste, sos o serás,

es nada más que lucha.


Diego Armando Maradona







Uno nunca podría dejar de sorprenderse de la cantidad de material audiovisual disperso en la nube que podemos encontrar de la vida y obra del gran astro del futbol en todo tipo de presentaciones y formatos, a tal punto de que se hace inevitable preguntarnos si quedaba en él algo de eso a lo que llamamos “intimidad”, algo que no perteneciera al dominio de lo público... Al respecto el diría “Yo no soy público soy popular” quizás para quitarle un poco de sentido al asunto o tal vez bajo el influjo de una suerte de resignación sana a la que muchas estrellas llegan después de luchar inútilmente con decenas de periodistas y paparazzis que los persiguen vayan donde vayan, desde Sinaloa hasta las Filipinas.


El propio cuerpo y toda la totalidad de la persona que fue Diego Maradona dieran la impresión de haber sido transformados por la sociedad contemporánea en un “objeto pop” de nuestra cultura de consumo de masas, en un organismo vivo del cual obtener fácilmente placer y "plusvalía farmacopornográfica" (Preciado, 2008), en este sentido, Maradona, como tantos otros, es una víctima más de una sociedad en la que - como advirtió Guy Debord - “el capital ha devenido en imagen”.


Maradona cantando tango, Maradona bailando “Vini Vici”, Maradona entrando en calor, Maradona peleando con Agüero y Verón, Maradona de fiesta por su cumpleaños en Sinaloa, Maradona festejando navidad con su familia, Maradona “que la chupen”, Maradona hablando con su masajista, Maradona y Fidel...La vida documentada y expuesta al público del Diez por algún motivo supera con creces a la de muchos otros “rockstars” de nuestro mundo moderno.




Si de algo da vivas muestras el autor de "la mano De Dios" es de haber sido uno de esos pocos hombres en los que el espíritu propio de una época se manifiesta de manera nítida y visible - eso a lo que los alemanes llaman el “Zeitgeist” - y que se define como el sello característico de un tiempo concreto. Maradona, a demás de ser el mejor futbolista de la historia, fue a su vez un gran representante del hombre contemporáneo, y precisamente por eso es que se vuelve un gran espejo en el que podemos mirarnos, si nos atrevemos claro, ya que la verdad a demás de traer consigo cierta belleza y satisfacción también puede aterrar.


En este breve escrito en homenaje al Diez, los invito a que al menos por un momento, nos entreguemos a la aventura que supone el ejercicio mental de cambiar de lugar y de posición en el espacio para conseguir vernos desde el otro lado del mostrador. Nos invito a que en lugar de dirigir nuestra atención a todo lo que se dice o se ha dicho de Maradona nos enfoquemos en lo que él nos dice de nosotros mismos, como individuos, como argentinos, como latinos, como sociedad heteropatriarco-colonial, como discurso y como época. En Maradona habla nuestro tiempo y es por ello que podemos leerlo como se leería un libro abierto. Si Maradona es la metáfora de la argentina (o la argentina de Maradona) veamos entonces qué alegorías y significaciones posibles se abren delante de nuestros ojos y nos ayudan a conocernos y situarnos mejor.




A demás de vivir el futbol con gran pasión, el propio Diego se definió como un gran amante del tango, no es quizás de extrañar que podamos encontrar una gran equivalencia entre su vida y la misma historia del género musical en el país. Como sabemos, el tango surge en los suburbios de Buenos Aires, en un ambiente humilde en el que inspirados por la angustia y la nostalgia, cientos de migrantes provenientes de diversas partes del mundo - africanos, indígenas, caribeños y europeos - sin un centavo en los bolsillos pero llenos de sueños e ilusiones, buscaron armarse una vida y ganarse un lugar en la sociedad mientras cooperaban a su crecimiento y desarrollo. Del mismo modo que el tango en sus humildes inicios, Diego Maradona, oriundo de Villa Fiorito, fue durante algún tiempo ignorado por la oligarquía y las elites dominantes hasta su debut en Europa.

En Youtube, podemos encontrar fácilmente vídeos de Maradona cantando los grandes clásicos del tango con la misma pasión con la que jugaba al futbol, seguramente porque no sabía vivir de otra manera. En el 88 cantó “Caminito” con Hugo Marcel en “Grandes valores del tango” y también junto a Plácido Domingo en el Camp Nou. Interpretó algunos himnos inolvidables como la “Cucusita” o “Para verte gambetear” pero hay uno que sin duda es muy especial ya que describe casi al pie de la letra la propia historia del Diego: “El sueño del pibe” compuesta por Juan Puey y escrita por Reinaldo Yiso en 1942 dentro de lo que se llamó “la edad de oro del tango” argentina y cuya letra dedicaron a los niños que jugaban a la pelota en los barrios pobres de Buenos Aires y que pese a vivir en la pobreza deseaban, como todo niño, ser reconocidos socialmente.


Recordemos las primeras estrofas del tango:


Golpearon la puerta de la humilde casa,

La voz del cartero muy clara se oyó

Y el pibe corriendo con todas sus ansias

Al perrito blanco sin querer pisó.

"Mamita, mamita" se acercó gritando;

La madre extrañada dejo el piletón

Y el pibe le dijo riendo y llorando:

"El club me ha mandado hoy la citación”.


La pieza se escribe en una época en la que para el niño de las clases más desfavorecidas la única manera de “ser citado” - de ser reconocido - que no fuera por supuesto con los adjetivos propios que la sociedad le adjudica comúnmente a las personas de su "clase" (villero, negro, chorro, vago, etc.) era jugando a la pelota y logrando “ser fichado” por un club en el que pudiera desarrollar una carrera profesional, asunto que se mantiene tal cual desde entonces hasta nuestros días y que cobra vida mejor que en ningún otro caso en el de Maradona, quién como sabemos, nació y creció en un barrio en el que tenían que caminar hasta el Ingeniero Budge a buscar agua.


En el año 1970, cuando apenas tenía 10 años, Diego Madrona le habla directo a la cámara y afirma en voz alta que tiene dos sueños: “Ganar un mundial y salir campeones”. Como sabemos, todo sueño tiene un contenido manifiesto - el que se ve a simple vista - y otro latente, en este caso lo que está latente es el deseo de ser reconocido por la sociedad en la que vive, un profundo anhelo de “ser querido" por la gente.


Desde muy pequeño Maradona creció rodeado de carencias y adversidades pero afortunadamente también de un grupo de amigos con los que se pasaba el día jugando a hacer barriletes (para venderlos después con “el negro”) o haciendo vaquitas para comprar un pedazo de pizza y comer “un mordiscón cada uno” (Yo soy el Diego, p. 6). Má tarde, Maradona contaría que aquellos estimulantes e intensos años de Villa Fiorito“le hicieron la piel más dura” . Nunca olvidaría esa casa azul tapada de escombros en la que cuando llovía “había que andar esquivando las goteras, porque te mojabas más adentro de la casa que afuera”(Yo soy el Diego, 2000) .


En Villa Fiorito es sabido que los niños no tenían una gran variedad de juguetes ni parques de atracciones para el divertimento pero disponían de algo mucho más importante: “Las siete canchitas de la vuelta de la casa", esos potreros enormes de tierra con nada pasto ni césped sintético en los que a veces hasta faltaban los arcos pero en donde podían hacer lo más les gustaba hacer a los pibes: rodar la pelota. Eso era lo único que le importaba al Pelusa, hacer rodar la pelota del mismo modo en el que un director de cine rueda un montaje cinematográfico.


"Todo lo que hacía, cada paso que daba, tenía que ver con eso, con la pelota.” (Yo soy el Diego, p. 5).





La pelota se convirtió desde temprano en el mejor cable a tierra de un niño con grandes aspiraciones ya que, además de entretenerse con una actividad digna y saludable, significaba para él y su familia una única vía de salvación posible, un único destino como alternativa a la exclusión social que le atribuye la sociedad.




El "sueño del pibe" está íntimamente ligado al deseo de reconocimiento de un niño al que por la "clase social" en la que nació está “destinado” por la sociedad a permanecer en la precariedad y la criminalidad toda su vida, por lo que de este modo - como señala la canción de Puey y Yiso - el futbol se convierte en la única forma de obtener no sólo prosperidad económica, sino algo aun más importante: Prestigio y reconocimiento social. El sueño de obtener la “consagración” no es un sueño que imagina para sí mismo sino también para su familia y los más cercanos. El mismo Maradona expresó algún día sin pelos en la lengua que "su sueño" era que algún día Don Diego dejara de levantarse a las 4 de la mañana para ir a la fábrica en la que lo explotaban por dos pesos y que Doña Tota dejase de fingir dolores de panza para no decir que no había comida suficiente para todos.


El relato sin duda nos conduce nuevamente a las otras estrofas del tango:


Mamita querida,

Ganaré dinero,

Seré un Baldonedo,

Un Martino, un Boyé;

Dicen los muchachos

De Oeste Argentino

Que tengo más tiro

Que el gran Bernabé


Vas a ver que lindo

Cuando allá en la cancha

Mis goles aplaudan;

Seré un triunfador.

Jugaré en la quinta

Después en primera,

Yo sé que me espera

La consagración


“El sueño del pibe" es la más viva demostración del deseo de lograr hacerse un nombre frente a un mundo lleno de carencias, de adversidades y de obstáculos que se empecinan con mantenerlo todo en el mismo estado de las cosas, en el mismo punto fijo de pobreza, de exclusión y anonimato para el niño.





A este respecto, creo que mucho se ha teorizado sobre las carencias materiales propias de las villas miserias de nuestro país o cualquier otro país latinoamericano pero posiblemente no se hace el mismo hincapié en ese otro tipo de “carencias” que pueden ser igual o más duras de afrontar para cualquier niño de la villa como son la falta de reconocimiento y de respeto por parte de una sociedad que no le atribuye otros “nombres-destinos” posibles que no sean los que hemos mencionado, “villero”, “negro”, “ratero”, “chorro” y que al mismo tiempo lo percibe como un inminente "peligro potencial". No hay carencia más hostil y violenta que carecer de dignidad humana.

El niño de la villa no sólo está expuesto a la precariedad de una vivienda de barro, chapa y alambre, a mayores riesgos sanitarios dadas las deficiencias en relación a la higiene como son la falta de agua o el inadecuado manejo de líquidos residuales sino que también está doblemente expuesto a la precariedad de los cuidados esenciales y atenciones fundamentales que hacen a la constitución de la integridad humana. Mientras el país entero se llena de barrios privados, el niño de la villa habita un mundo privado de oportunidades académicas, privado de posibilidades de insertarse en el mercado laboral y en la sociedad en general, privado hasta “ de luz, de agua y de teléfono...” como dijo el mismo Diego.

La esencia psicológica involucrada en el “sueño del pibe” es el deseo de reconocimiento, el anhelo de sentir que se tiene un valor para la sociedad en la que se vive, es un querer demostrarse a si mismo y a los demás que el excluido puede ser parte de la sociedad de otras formas que no sean siendo su desecho, es la voluntad de contribuir como cualquier otro ciudadano a su desarrollo y crecimiento, es un querer ser alguien. Maradona lo pronuncia muy claro en su libro cuando cuenta la experiencia vivida durante la Copa América del 87 y el 89 y recuerda toda la presión y el estrés al que estaba sometido: “Quería ganar algo para mi país en mi país, para que nos aceptaran de una vez por todas”. (Yo soy el Diego, p. 88)

A diferencia de lo que se sostiene en el imaginario popular en relación a las familias "de la Villa, la familia Maradona- Franco era un familia pobre sólo en el sentido material del término pero bastante rica espiritualmente, poseedora de una ética rigurosa que varios aristócratas envidiarían, provista de buenos valores humanos y desde luego, bastante optimista. El propio Don Diego confesó que siempre había imaginado y soñado que su hijo se consagraría en el futbol, la fama la grandeza de Maradona no lo tomaron por sorpresa, más bien dijo con convicción en una entrevista de Estudio Futbol del 2008: “si alguien quiso que mi hijo llegase a este lugar, ese fui yo”. Por el lado de su madre encontramos una historia aún más asombrosa: El 30 de Octubre de 1960, día en que la Tota iba a dar a luz al Pelusa, se bajó del taxi en la puerta del policlínico de Lanús y al bajar la vista distraída hacia el piso encontró tirada una "preciosa estrella con perlas” . Ese hecho le bastó para saber que ese hijo sería "alguien muy especial".


Como si esto fuera poco, segundos después del parto, ocurrirá en el hospital algo aún más insólito: Exactamente a las 7.05 de la mañana, cuando nace el pelusa, todos los médicos y enfermeras del pabellón comienzan a gritar eufóricos “Goool, Goool”, sin nunca razón aparente, “como si supieran”, diría luego la Tota, todavía admirada. Al parecer, ese día el hospital Evita de Lanús había recibido 11 bebés de sexo femenino consecutivos y Diego Maradona llegó para “cortar la racha”, por eso el curioso festejo de los médicos.


Una bella historia, quizás un poquito machista por el tema del festejo de la llegada de un hombre al mundo. Como si el hecho de que nacieran 11 mujeres una detrás de la otra fuera una tragedia o un castigo de los dioses. Pero claro, luego es más fácil llenarnos la boca diciendo que Maradona era el machista. Pues sí, claro que si, machista como la sociedad que lo recibía, como su cultura, como su época, como los médicos y las enfermeras que lo trajeron al mundo, como su madre que lo parió y como todas las madres, como su padre y como todos los padres, machista como todos nosotros, porque el machismo no fue una mal-dición que le cayó como veneno a unos pocos sino una mal-dición colectiva que construimos durante miles de años en conjunto y sobre la que aún hoy se erige toda nuestra civilización. De esta "mal-dición" no se sale fácilmente, no sin empezar por uno y por descolonizar el propio pensamiento, no sin hacer antes un trabajo de “emancipación cognitiva” - en términos de Preciado - o en otras palabras, de liberación discursiva, lo cual requiere no sólo detectar aquello que está “mal” y que hay que erradicar en los otros, los malos, “los machos”, sino también de analizar cómo ese discurso habla en cada uno de nosotros. Nadie está más allá del discurso de su tiempo, todos somos hijos del lenguaje y él nos habla antes de que comencemos a hacerlo nosotros. Al patriarcado, como discurso no hay que erradicarlo sino más bien atraversarlo, que es diferente. Al arrancar o erradicar algo lo que suele suceder es que se olvida, como dijo Freud, lo que no se elabora se repite.


Maradona, acusado duramente de "machista" por haber sido una suerte de “Hugh Hefner” latino, fue uno de los pocos que se atrevió a sacar a la luz la hipocresía del hombre que dice ser monógamo pero mantiene constantemente relaciones sexuales a escondidas por fuera del "lecho matrimonial".


Se quejan de mí y dicen que soy contradictorio pero ¿Qué hay de nuestro país?” (Yo soy el Diego p. 19).

Quizás tenga razón, posiblemente la única diferencia entre él y nosotros sea que mientras él salía a todas partes sin la máscara nosotros no podemos prescindir de ella para toda acción social, incluso hasta para mirarnos al espejo. Seamos honestos: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.


¿Cuántas veces hemos visto en nuestro país repetirse como un virus la figura del espécimen al que llamamos “macho argentino”, el típico idiota que tiene que vivir escondiéndose de todos (en verdad de sí mismo) y que no termina de entender que haciendo eso lo único que hace es responder a modo de un autómata finito a un ideal que la cultura ha diseñado para él. El macho - sea biológicamente hombre o mujer - es aquél que cree ser libre cuando en verdad está íntimamente codificado y programado por los imperativos e ideales de una civilización hetero-patriarco-colonial.


En este sentido, es notorio como la sociedad puede ser un juez muy duro, un juez que utiliza a sus “héroes" de chivo expiatorio para no mirar hacia adentro. Pero a su vez, el héroe siempre tiene algo de mártir ya que sacrifica parte de su vida en pos de un beneficio universal (como lo hizo Cristo). Maradona lo expone de la siguiente manera “A mí siempre me gusto echarme responsabilidades al hombro con tal de alegrar a la familia, a los hinchas de boca, a la gente y a los compañeros” (Pág. 30).


Cuando el Diego comienza a dar sus primeros pasos profesionales en el futbol, no sólo su familia vivía momentos de conflicto y pobreza sino que el país entero comenzaba a sumergirse lentamente en los años más oscuros y siniestros de su historia. A diez días de cumplir los 16 años, Maradona debuta en primera división con el Club Argentino Juniors jugando de local contra Talleres, cuando habían pasado sólo 7 meses de ese terrible Golpe de estado que dio lugar a la más macabra dictadura militar integrada por las Fuerzas Armadas, una dictadura que violaría todos y cada uno de los derechos humanos existentes con los crímenes más escalofriantes y aberrantes posibles de imaginar por la mente humana y que, como si fuese poco, lograría extenderse durante 7 largos años hasta culminar en la guerra de Malvinas.

Con este contexto sociopolítico a cuestas, uno podría preguntarse ¿Cómo no soñar con ganar el mundial y devolverle al menos un poquito de felicidad a la gente, algo de esperanza, de fuerzas?


Todo Argentino recordará que el mundial del 83 no fue cualquier mundial sino uno muy especial por haberse desarrollado mientras el país estaba fuertemente golpeado y quebrado a tan sólo tres años de haber recuperado la democracia tras la guerra. La economía estaba en ruinas, el empleo se había desplomado, la deuda externa alcanzaba los 45 mil millones de dólares (lo cual en ese entonces significaba una subida de un 364%, lo que equivalía a una deuda de 1500 dólares per capita), la inflación había subido un 165% , muchas familias tenían fallecidos en la guerra o desaparecidos en la dictadura en sus casas.

Es en este contexto en el cual Maradona se eleva como una ola de alegría con sus dos “milagros”: La “mano de Dios” y el poema que quedará escrito para siempre en la memoria de los argentinos: el “gol a los ingleses”.

“El país estaba mal, muy mal y lo nuestro fue darle un cachito de felicidad, mi objetivo de siempre en una cancha”. (Yo soy el Diego p.89)

¿Quién dijo que no era posible escribir poemas con una pelota? Así como Borges escribió con palabras y Stanley Kubrick lo hizo con la cámara, Maradona logró hacerlo con la pelota. Y cuando digo “escritura” no es para hacer una metáfora sino porque literalmente escribir es todo acto que inaugura una forma, una nueva manera de hacer las cosas y de concebir el mundo que hasta entonces no se conocía.


Maradona inventó no sólo una nueva manera de jugar al futbol - nunca antes vista - sino también una nueva forma de ser futbolista. Nadie hasta el momento - excepto Pelé - había logrado tantas destrezas en la materia ni había sido un “rockstar”, una celebridad, una estrella, una figura pública, un personaje mediático de cuya vida íntima los grandes grupos de poder hicieron reality shows, demostrando de esta forma que en nuestro tiempo lo privado y lo público se funden y entrelazan permanentemente. La fascinación del público por la vida del Diez pareciera oscilar entre lo obseno - el fervoroso interés por su vida íntima y sexual - y lo místico (para lo cual basta recordar la famosa Iglesia Maradoniana en Napóles hoy esparcida por el mundo). Por supuesto que de esta manera también se lo convertiría, por muchas marcas e inversores (buitres), en una fuerza propia de producción de capital.


Fue la autenticidad - característica propia del humano pero particularmente en extinción en nuestros días de reproducibilidad técnica - reunida en un combo explosivo de talento, versatilidad y extroversión lo que llevó al Diez a posicionarse en el centro galáctico del universo social, generar transferencias masivas tan intensas y duraderas, tan pasionales como esa relación mística que el mismo Diego cuenta que vivió desde un comienzo con los hinchas de Boca.




Incluso antes de haber sido convocado para jugar en el club “supo que con ellos iba a vivir algo especial”, un poco porque en su casa todos eran de Boca pero sobre todo porque habían sido ellos, los de boca, los que lo ovacionaron por primera vez aún cuando a Maradona no se lo conocía por su nombre sino que era el “pibe” que hacía las veces de alcanzapelotas en los partidos y jueguitos para entretener al público en el entretiempo. “Que-se-quede, que-se-quede”, le gritaron los hinchas por primera vez eufóricos al verlo dominar la pelota como un músico a su instrumento y así lograron conquistar el corazón del Diez para siempre, porque creyeron en él cuando aún nadie lo había hecho (a excepción de sus padres).


Esa sensación de euforia que provocaba en las hinchadas, ese furor que desataba en la sociedad, esa admiración que despertaba en los niños, no sólo fue producto de su incomparable talento como jugador de futbol sino también de un carácter especial que congregaba dos características clave que hacen al humano verdaderamente humano: La espontaneidad y el hablar con el corazón en la boca. No muchos tienen esta “mistica”, esa suerte de halo cósmico que al igual que una estrella grande genera fuertes mareas gravitatorias a su alrededor. Nadie negaría que Maradona era una estrella, la más brillante quizás, y es curioso que de la misma palabra astro, “siderare”, provenga del latín la palabra “deseo” - “desiderio”. El propio Diego explica que él sentía una gran “fuerza interior”, una fuerza que lo motivaba constantemente a “armar”, a vivir “Armando” y cumpliendo los sueños y deseos “de su gente”.


La necesidad de ser querido y aceptado no tenía limites en el Pelusa y muchas veces expresó que se sentía más querido en el exterior que en su propio país, algo similar a lo que en la actualidad pasa con el nuevo Messi-as, ¿Será porque nadie es profeta en su Tierra? ¿Será porque proyectamos nuestras frustraciones?.


En una ocasión, mientras Maradona recuerda el gran festejo que supuso la despedida de Lothar Matthaus, dice en su libro “siempre me queda la misma sensación: que afuera me quieren más que adentro, que en Alemania o en la China soy más respetado que en la Argentina”. En este punto volvemos a encontrar una similitud con la historia del tango, el cual antes de ser reconocido por las “elites” del país donde surgía fue valorado en Europa en octubre de 1928, cuando Carlos Gardel debutó en el cabaret Florida en los altos del Casino de París. No puedo evitar preguntarme ¿Por qué nos pasa esto de buscar nuestros propios ideales siempre en Europa en lugar de buscarlos primero más cerca, en casa? ¿Será porque si bien nos “independizamos” de los europeos aún seguimos estando colonizados en ciertas áreas de nuestro propio pensar?


Por otro lado ¿Por qué Maradona sería tan juzgado y criticado en nuestro país si es precisamente el prototipo por excelencia del Argentino? Quizás porque se lo utilizaba de pantalla proyectiva en la que colocar todas aquellas cosas que no podíamos o no queríamos ver en nosotros y en nuestra propia vida cotidiana. Se lo acusó y crítico por “drogadicto” pero... ¿Acaso no vivimos hoy en día en una época propiamente “drogadicta”? Adicta al tabaco, al alcohol, a la marihuana, al ribotril, al alplax, al viagra, a las hormonas sintéticas, al ibuprofeno, al botox, al azúcar, a netflix, a dispositivos electrónicos, a apps. Se lo acusó de machista y se lo criticó por esto también pero ¿No vivimos en un país en el que cada 12 horas una mujer es asesinada por su pareja o algún familiar violento? Se lo acusó de infiel pero ¿No es sabido acaso en nuestro país que la hora pico de los telos coincide con el horario de oficina?


Diego Maradona sea tal vez el mejor representante de una sociedad “drogodependiente”, altamente consumista, con una altísima dependencia a todo tipo de objetos y sustancias ya sean legales o ilegales, sólo que a él, a diferencia de nosotros, no le gustaba llevar careta. Maradona no se ponía la máscara como nosotros, al menos no todo el tiempo.Todos somos hoy, en menor o mayor medida, nos guste reconocerlo o no, seres “farmacopornograficos*, sólo que Maradona odió el caretaje y la hipocresía con todas las fuerzas de su alma y optó siempre por mostrarse al natural, tal cual era, sin miramientos, sin fingir, sin intentar que su apariencia sea diferente a su esencia y es en ese acto de “negarse a la máscara” en donde nos hace aún más evidente la ridiculez de la presencia de las nuestras, es en ese acto en el que nos demuestra por tanto toda la verdad que se esconde detrás de la hipocresía y nos permite vernos en toda nuestra verdad y crudeza contemporánea.


Nunca está de más recordar aquél evento desafortunado que el Diez vivió con el papá cuando entró al Vaticano y se percató de que los techos y partes del altar eran de oro. En su libro, en un capítulo llamado “Los amigos, los enemigos” dice así: “¿Se entiende por qué me enojé con él? (con el papa) Por cosas parecidas a las que me enojé con muchos otros, por el caretaje, porque dicen una cosa acá y después le toman la leche al gato allá, por que se les escapa la tortuga, porque son cabezas de termo”.


Seamos honestos y abramos nuestras “cabezas de termo” de una buena vez por nuestro propio bien: hoy nadie supera un control “antidopping”, ni siquiera los niños ya que están hasta el culo de metilfenidato, risperidona, fluoxetina, azúcar, coca cola y grasa de hamburguesas ultraprocesadas. Si algo demuestra nuestra época es que se puede ser adicto a cualquier cosa, a cualquier cosa que sea susceptible de ser consumida hasta el agotamiento, incluso las imágenes, los vídeos, el porno, incluso al mismo Maradona.


¿No fue acaso Maradona convertido en un droga consumible - a través del espectáculo, las noticias, los diarios y canales de chimentos? Y si es así ¿En qué momento sucedió que Diego Armando Maradona pasó de ser un jugador de futbol profesional a ser un producto susceptible de ser consumido por el público? ¿Cuándo sucede que el Diez y todo su talento es reducido a mera ‘fuerza orgásmica reproducible y comercializable’?


“Me convertí en la cara de marcas que dos años atrás ni conocía”, expresa en la página 19 de su libro haciendo notar cómo se se convirtió a su pesar en una suerte de mina de oro a punto de ser explotada, en un fastuoso bosque a punto de ser talado, en una propiedad a punto de ser expropiada, en un objeto a punto de ser consumido, devorado por un público hambriento de espectáculo.




Por supuesto que Maradona no fue la única víctima del régimen toxicopornográfico* en el que hombres y mujeres devienen meros productos comercializables en pos de la obtención de capital. Ejemplos de este tipo de víctimas sobran en nuestra era consumista: Michael Jackson, Luis Miguel, Britney Spears, Amy Winehouse, Lindsay Lohan, Drew Barrymore... Seres talentosos que fueron rápidamente convertidos en figuras pop, en gadgets consumibles, intercambiables, absorbibles, devorables, en una droga más de nuestra cultura consumista.


Es precisamente cuando Maradona es comprado por el Barcelona que comenzará su época más “oscura y difícil” ya que será sometido a un ritmo de vida y a una presión a la que no estaba en absoluto acostumbrado. En sus propias palabras “se me quiso coartar la vida” y luego relata con lujo de detalle lo terriblemente frustrado y desmoralizado que se sintió al notar que allí lo que importaba ya no era el fútbol, muchos menos el compañerismo y la amistad - muy lejos habían quedado los cebollitas y los entrañables potreros - sino lisa y llanamente la plata. “En Barcelona pasé de jugar en un fútbol tranquilo a... jugar a otra cosa” dice claramente en el capítulo llamado “La frustración”y no debería extrañarnos que sea justamente en este período cuando se “engancha” a la cocaína, en una época en la que se le comienza a demandar y a exigir ya no como a un ser humano, sino como a un humano-máquina, como a un cuerpo reducido a objeto capitalizable. El extremo de esta situación es tal que el presiente del Barcelona de ese momento, José Luis Núñez, “un tarado” según el propio Maradona, aparecía en el vestuario de los jugadores para ofrecerles más plata con tal de conseguir que se esforzaran más, el mismo Maradona diría con asombro “Como si jugar mejor o peor dependiera de la guita” (Yo soy el Diego, p. 39) pero la hecatombe total no llegaría sino en el momento en que no le quisieron entregar su pasaporte - el cual estaba retenido bajo la custodia de Nuñez- para poder viajar al parido de despedida del gran Paul Breitner tras recibir su invitación personal, es ahí cuando ocurre la famosa escena del ataque a la sala de trofeos del museo del Barcelona en el año 1983, en la que bastó con destruir un Teresa Herrera para que el Diego recuperase el susodicho documento.

Levanté lo más que pude el trofeo y lo tiré... ¡Puuummbbb!... Hizo un ruido... "¡Tú-éstass-loco!", me dijo Schuster. "Sí, estoy loco. Estoy loco porque no me pueden sacar el pasaporte... Y cuando pasen más segundos, más minutos, más trofeos voy a tirar." La cosa es que me devolvieron el pasaporte... y no nos dejaron ir al partido de Breitner. No sé qué carajo, pero había una cláusula de la Federación Española... Pero les rompí un Teresa Herrera y el pasaporte me lo dieron; era anticonstitucional que se quedaran con él. La Copa del Rey la ganamos igual..."

Tal vez podríamos ser un poquito más empáticos y preguntarnos ¿Cómo hacía un chico de tan solo 25 años al que como él mismo dice “lo sacaron de la villa y lo tiraron en la torre Eiffel” para responder a unas exigencias que excedían el limite de lo terrenal, a demandas que superan los límites humanos, a las ambiciones y caprichos de tantos buitres capitalistas que no saben hacer mejor cosa que apropiarse del talento de los demás? En ese sentido, no queda duda de que personas como Maradona, fueron chivo expiatorio de una sociedad neoliberal cegada por el brillo embelesedor de la mercancía.


¿Qué sucede entonces a partir de esta época con el niño que se conectaba con la vida y el mundo haciendo rodar la pelota? Lamentablemente, el Diego pasó muy tempranamente de ser un jugador de futbol - el niño que iba con la pelota hasta al kiosco - a ser un objeto mercantilizable, una moneda de intercambio, tanto para los empresarios de los clubes de futbol, como para las multinacionales y los mismos medios de comunicación que nunca se cansaron de perseguirlo y provocarlo para generar disturbio y polémica a su al rededor.

En nuestra sociedad, en la que el único valor que se considera es el mercantil, al parecer debemos llevar todo a un punto extremo de agotamiento y es por esto que en lugar de ofrecerle a los niños virtuosos de nuestra época el espacio y la libertad necesarias para desarrollarse, ya sea como artistas, deportistas o lo que fuere, se los estruja y somete a la vorágine neoliberal de ritmo frenético y acelerado, en donde éxito es sinónimo de riqueza, valor de dinero y reconocimiento de voluntad de poder. De esta manera, al arte y el deporte quedan relegados a la categoría de un espectáculo del cual obtener réditos y beneficios económicos. Esto también nos recuerda a un tango, esta vez a uno de Gardel, que todos conocemos y decía “por una cabeza, todas las locuras”.

Los humanos no somos muy diferentes a las estrellas del cosmos - tal y como señalaba Karl Sagan, todos somos parte del mismo polvo de estrellas - y así como cuando una estrella es demasiado brillante y potente su destino es inevitablemente una muerte mucho más prematura que el resto. Esto sucede por el simple hecho de que precisa de mucha más energía y combustible para mantenerse con vida y se ve obligada a hacer un trabajo mayor del que puede soportar, a hacer más esfuerzo mayor del que debería hacer según su masa y las fuerzas que la conforman y atraviesan. De este modo muere una estrella, tanto en el cielo como en la tierra.


Al parecer, lo propio de nuestra sociedad necroneoliberal es hacer que las cosas no perduren, que nada se sostenga en el tiempo - por eso Bauman la llamó líquida- , sino que todo pretende ser efímero como Cattelan nos señala con su ingeniosa obra “El comediante”. Somos la sociedad en la que lo único que no cambia es el cambio y en la que las “novedades” son el pan mismo de cada día, rehuimos - por algún misterioso motivo - a aquello que permanece pese al paso invariable del tiempo, es decir, a lo esencial. El problema es que, cuando todo está a la venta, cuando todo es consumible, todo se agota, todo se destruye, se consume del mismo modo en que lo hacen las estrellas grandes y pesadas en el cosmos.


Llegados a este punto, considero oportuno que como sociedad podamos quitarnos la careta para poder mirarnos más allá de las falsas apariencias que exponemos en las redes sociales y vernos en toda nuestra verdad humana, por más dolorosa que sea, porque esto es algo que el Diez nunca se cansó de enseñar tanto con palabras como con actos.


Por otra parte, si nos referimos a él también como a un “D10S”, bien cabría preguntarnos ahora tras su partida ¿De qué vino a “salvarnos” este Dios? O mejor dicho ¿De qué ha venido a redimirnos?


Pensemos, total nunca está de más ¿Quizás de nuestros propios prejuicios e hipocresías? ¿De nuestros necroparadigmas "de clase"como demuestran la radical y creciente división del “pueblo argentino” en dos tristes categorías binarias llamadas popularmente “chetos” y “villeros”?


Posiblemente sea hora de redimirnos ante adjetivos despectivos como “vagos, chorros, criminales, chetos, caretas...”así como de las innecesarias e inútiles dicotomías a las que invita el obsoleto sistema binario de pensamiento a través del cual vivimos jugando un "Boca-River" en la vida cotidiana. Posiblemente sea momento de buscar resignificar colectivamente esta lucha imaginaria y sus "nombres"puesto que sólo llevan a la segregación, exclusión y odio de clase. ¡El combo perfecto para una guerra civil!


Es posible, aunque a algunos pueda resultarles exagerado, que hoy estemos viviendo una guerra civil sólo que en nuestros días las guerras son diferentes a las de antaño, son como la época, enmascaradas y sutiles y el poder actúa con guantes de seda, pero el hecho de que se construyan cada vez más y más muros para mantenernos a los unos resguardados de los otros no habla sino de la existencia de una guerra social, económica, política y racial de la que debemos librarnos.

Justamente en relación a esto, es que el Diego nos enseña a ir un poco más allá de los prejuicios y los destinos predeterminados que nos fija la sociedad en función de la clase social en la que nos toca nacer. El demuestra mejor que nadie que un niño de la villa puede no ser “chorro, vago o violador” sino un ciudadano con derechos y legitimidad, un humano con dignidad, un ser querido, reconocido e integrado por la sociedad en la que vive. Maradona fue un villero que pudo conversar con la misma transparencia y calidez con Fidel Castro que con el rey Juan Carlos I de España, con Tinelli y Naomi Campbell, con el papa, con Chavez o Menem... Esto nos demuestra que para poder comunicarnos y transmitir un mensaje auténtico bien vasta con mantener viva la invaluable cualidad de saber hablar con el corazón, demostrando así que es posible vivir en sociedad sin ser un hipócrita. Por eso, a demás de todos sus méritos profesionales, es que el Diego logró ganarse un lugar en nuestros corazones.


Finalmente, el Diez demuestra con actos aquello que Borges dijo con palabras: “Cualquier hombre es todos los hombres”, no hay tantas diferencias en el fondo, no detrás de los semblantes ni debajo de los velos, puesto que la condición humana es como la materia, siempre la misma, seamos chetos o villeros. Así debería serlo también la dignidad porque hay una dignidad que no deberíamos perder y que nos pertenece sólo por el hecho de ser humanos, seamos de la villa o del country, andemos en carreta o con un porsche, seamos basureros o doctores. Fíjese que paradójicamente, no fue un empresario ni un intelectual, el que logró colocar a “nuestro país en el mapa” y hacer que se lo conociera aún en los rincones más inusitados del globo, sino que fue un "villero". Fue un niño de la villa el que logró devolverle la fuerza y la sonrisa a un país devastado tras siete eternos años de dictadura y 74 días de guerra demencial.

Creo realmente que si con algún rasgo podríamos quedarnos del Diego es sin duda con ese afán de “unidad” y de compañerismo, ese ejemplo vivo de amistad y fraternidad entre humanos, seamos ingleses, argentinos o alemanes, blancos o negros, heteros u homos, ricos o pobres.

Si algo dejó él bien claro es que - aún viviendo en Pedralbes o conduciendo una Ferrari por las carreteras de la costa amalfitana - siempre se vio reflejado en los ojos de los niños de las villas, porque la pobreza - material, espiritual, moral, cultural - una vez que se vive no se puede perder, sino que es una situación que marca la experiencia vital y determina en gran medida el curso de las cosas. En relación a esto, es imposible no recordar las palabras que el diez trajo a colación cuando expresó que quería “convertirse en el ídolo de los pibes pobres de Nápoles “porque son como era yo cuando vivía en Buenos Aires” (Yo soy el Diego, p. 49).


Hoy, en honor a su nombre y al testimonio vivo que significó su paso por este mundo, quizás podríamos reflexionar acerca de nuestros propios prejuicios - políticos, sociales, sexuales, raciales, de “clase”, etc - y replantearnos si es verdaderamente conveniente continuar construyendo muros de Berlín en lugar de establecer diálogos y buscar en conjunto posibles soluciones para una situación que nos compete a todos, incluyendo a los que estamos fuera, siendo que uno puede irse de su país en cuerpo pero nunca, nunca jamás, en alma.


Hoy para homenajear al Diego tratemos de recordar que en cada uno de esos niños a los que les damos la espalda está Maradona, siendo que él siempre se vio reflejado en ellos.

La naturaleza fabrica multiplicidad de formas pero rara vez produce lo hermoso. Creo verdaderamente que el Diego fue una metáfora poética y un bello representante de la esencia de nuestra sociedad y de nuestro tiempo, y que su venida al mundo a demás de haber causado innumerables alegrías con su magia futbolística nos convoca a repensarnos a nosotros mismos, a mirarnos desde muchos ángulos posibles y vernos a la cara detrás de tantas máscaras y juegos de apariencias.
















 
 
 

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