Rehenes del lenguaje (o no)
- Florencia Franco
- Sep 1, 2018
- 17 min read
Updated: Sep 22, 2018
“Así como la realidad se le da al hombre ya vivida, es decir, una forma que ha de aceptarse sin protestar, así también el hombre recibe el lenguaje ya hecho, falseado por toda clase de subterfugios éticos y estéticos. Es necesario entonces devolverle al lenguaje sus derechos, expurgarlos, como medida higiénica. La tarea consiste en reconquistar los significados primigenios y elementales, en destruir toda retórica en la literatura, desarmarle sus tramas”
Fernando Alegría
En el presente texto tengo como intención desarrollar uno de los conceptos que más interés despertó en mí durante el primer año de cursado en ACCEP y a su vez trataré de articularlo, no sin un fin específico, con otra de mis grandes aficiones que es la literatura, en este caso puntual con fragmentos de la obra del argentino Julio Cortázar titulada Rayuela.
Durante una de las clases de “El inconsciente Freudiano y/o Lacaniano”, me encontré por vez primera con el neologismo que Lacan introduce para hablar acerca de la lengua materna: “Lalangue”. Lacan se refiere a ésta como la lengua de los primeros años de vida, esa que se transmite en “la manera” de hablar y que está estrechamente vinculada a los afectos y al goce de cada sujeto, goce depositado en el cuerpo. Dicho concepto me produjo un gran sobresalto ya que de forma automática hizo cadena con mi experiencia migratoria y la subsiguiente urgencia por leer a Cortázar más asiduamente que nunca.
Antes de conocer el concepto de Lalangue solía decir que leer a Cortázar me conectaba con la “lengua del barrio” en el cual sucedió mi infancia, ese “idioma” que conseguía erizarme la piel y emocionarme hasta las lágrimas. Al respecto, tiempo atrás, encontré en mis notas lo siguiente:
Leerte es volver a correr por las calles de mi temprana infancia, es volver a perder la noción del tiempo, es volver a jugar, es perderme en los túneles floridos de su imaginación y la mía. Leerlo es ver entre la tinta negra que representa tu palabra sobre el papel la pálida luz naranja de los faroles de la calle Zizzias 598 de un lugar llamado Godoy Cruz.
Es mi intención con esto explicar de alguna manera ese vínculo indisoluble entre la lengua materna y el sujeto, proponiendo un ejemplo en primera persona.
Indudablemente hay en esta lengua algo que va mucho más allá de la palabra en sí. Se trata de algo que incluso traspasa la palabra hasta conseguir tocar el propio cuerpo y crear efectos en el mismo. Por ende no se trata de la palabra que constituye el discurso cotidiano, sino que más bien “Lalangue” es una lengua particular de cada sujeto en la cual el sonido y el sentido se entrelazan hasta llegar a confundirse.
Esta relación especial con dicha lengua la he podido apreciar en un gran número de personas que han abordado una experiencia de ruptura con su lenguaje materno. Muchas veces, cuando éstos se encuentran, se pueden escuchar frases como “Nosotros sí que nos entendemos hablando” o “Que alivio poder hablar el mismo idioma con alguien” cuando en verdad, lo paradójico en estos casos, es que en el país en el que residen se habla el mismo idioma que en el natal, lo cual comprueba que no es una cuestión de idiomas, ni de lenguaje siquiera sino más bien de lalengua. Lo que queda en evidencia en todos estos casos es el goce que se presenta en cada una de estas personas al estar en contacto con las sonoridades de su lengua materna.
Días atrás un compañero de trabajo de nacionalidad griega contaba que se encontraba leyendo una novela en la cual se describen una serie de asesinatos a mujeres basados en hechos reales, le resultaba extraño que semejantes descripciones no le “causaran ningún sentimiento” tal como dijo. El libro lo estaba leyendo en inglés, lengua que domina perfectamente, pero decidió continuar leyéndolo en griego y fue allí cuando la cosa cambió por completo “Sentí asco y hasta escalofríos” confesó sorprendido. El entendimiento de lo relatado en el libro era el mismo efectivamente, pero no así el efecto producido por éste, sobre todo, a nivel corporal. En el ejemplo se deja entrever claramente cómo lalangue resuena en el cuerpo y eso es debido al hecho de que ese cuerpo está animado por la misma lalangue.
Este hecho que se da con los inmigrantes no es más que una forma de ejemplificar algo que le sucede a cada sujeto con su lengua materna cuando se somete a los procesos de socialización por el lenguaje. Al fin y al cabo nadie se salva de la desmaternalización de su lengua, sino que más bien pareciera ser el precio que hay que pagar por adquirir un lenguaje común que nos permita comunicarnos por medio del habla como también de la lectura y escritura. Para poder obtener este fin no es difícil de entender que el lenguaje, de carácter unificante, apunta a eliminar toda posibilidad de crear un discurso particular ya que de lo contrario se pondría en peligro la misma unificación. Es en este punto donde se podría decir que el lenguaje aleja al sujeto de su propia lengua.
“El neurótico es un exiliado de su propia lengua” expone al respecto Patricia Dahan en su testimonio de pase (Wunsch Nº 11). Si se piensa a lalangue como soporte del goce de cada sujeto también se podría decir que de alguna manera este lenguaje que satisface una necesidad colectiva, cultural y por lo tanto general, al mismo tiempo aleja a cada sujeto separado de la masa de su propio goce. Siguiendo esta línea se ve de qué manera el significante será no sólo un reductor de goce, aquello con que domesticar el goce, sino también el goce mismo.
Es aquí justamente donde el lenguaje se podría pensar como una especie de trampa que por un lado hace creer que sirve a una sociedad para comunicar pero que al mismo tiempo aleja a cada uno de dichos integrantes de dicha sociedad de la posibilidad de expresar aquello que se encuentra más conectado a sus afectos y a su singularidad.
Un buen ejemplo de ello sería Johnny Carter, aquel personaje que lucha constantemente con un mundo que no lo entiende, lo cual lo convierte en una especie de perseguidor como reza el título del libro, que se pasa su vida buscando algo que cree que existe pero que no sabe si algún día encontrará.
En un determinado momento del cuento Johnny le dice a Bruno:
“La palabra ya no es sólo un instrumento de conocimiento y aprehensión de la realidad, es también una trampa (…) Pero no son las palabras, no, son lo que está en las palabras, esa especie de cola de pegar, esa baba. Y la baba viene y te tapa, y te convence de que el del espejo eres tú”
En otra oportunidad, esta vez en Rayuela, Cortázar vuelve a denunciar esta faceta tramposa del lenguaje diciendo:
“Y no le hablo con las palabras que sólo han servido para no entendernos, ahora que ya es tarde empiezo a elegir otras, las de ella, las envueltas en eso que ella comprende y que no tiene nombre, auras y tensiones que crispan el aire entre dos cuerpos y llenan de polvo de oro una habitación o un verso”
Es evidente cómo introduce de forma sublime el afecto que se esconde detrás de lo que las palabras posibilitan pero además es interesante que sugiera de algún modo la falta de sentido que tienen de por sí las palabras. Falta de sentido que se podría pensar como una condición, es decir, como si de algún modo fuese necesario que las palabras no tuviesen sentido alguno para así poder jugar con ellas, establecer combinaciones infinitas y así gozar también de las mismas. Es en el sinsentido de la palabra donde el sujeto se encuentra con el goce, un ejemplo claro de ello es el chiste. Freud en “El chiste y su relación con el Inconsciente” se percató de que el chiste es ese instrumento de goce que permite burlar no solo al mismísimo lenguaje sino también al superyó para así lograr tomar desprevenido al sujeto y sorprenderlo, fenómeno que como resultado provoca satisfacción. En el mismo tomo se describe cómo el propósito originario del chiste es obtener con palabras aquella misma ganancia de placer de la que se era dueño en el estadio del juego infantil y a la que luego del desarrollo intelectual del sujeto le fue poniendo límites la razón, forzando al adulto a reducir ese placer en función del lenguaje unificante que exige la socialización. El chiste se empeña, según Freud, en conservar intacto algo de aquel antiguo placer obtenido en el juego mediante la palabra y el disparate ya que obliga, de alguna manera, a vencer esa inhibición, a burlarla.
Cito a Freud: “El pensamiento que a los fines de la formación del chiste se zambulle en lo inconsciente sólo busca allí el viejo almácigo que antaño fue el solar del juego con palabras. El pensar, en el chiste, es retraído por un momento al estadio infantil a fin de que pueda tener de nuevo al alcance de la mano aquella fuente infantil de placer”.
Este juego con la palabra solo está posibilitado por aquella condición que se mencionaba anteriormente, es decir, la polisemia de las palabras.
“El lenguaje no sirve, nunca ha servido. Sólo nos permite formular cosas que tienen tres, cuatro, cinco, diez o veinticinco sentidos que el sujeto supuestamente debe conocer” Expresa Lacan en la conferencia de Louvain, 1972. No quedan dudas de que el lenguaje unificador, el de todos los días, no es el que le permite al parletre expresar sus afectos más inconscientes ni tampoco conectar con su deseo. Al respecto del deseo Lacan lo explica diciendo que el lenguaje que recibe el sujeto, la palabra de su familia, no es algo que haya sido dado sin vehiculizar al mismo tiempo “Una realidad temblorosa y vacilante, hecha del deseo de nuestros padres”, dice en Televisión. Y continúa agregando: “Por eso en la formación de cada uno esa incidencia de la madre, de la lengua materna, al mismo tiempo es en un principio un fundamento hacia donde se dirige el amor”
¿Está entonces el ser humano sometido a un discurso que lo convierte en una especie de títere o rehén de sus decires o más bien de su propio deseo? ¿Podría pensarse al individuo como una metáfora de aquel poeta encarnado en el minotauro que está atrapado en el laberinto del lenguaje en “Los Reyes”?
Cortázar, en Rayuela que por supuesto podría ser considerada como una obra en la que prevalece un anti – lenguaje, una burla a la jaula que puede representar el lenguaje convencional, nos dice: “Si seguimos utilizando el lenguaje en su clave corriente, con sus finalidades corrientes, nos moriremos sin haber sabido el verdadero nombre del día”, luego en otro capítulo llega a decir que este lenguaje que usamos normalmente, el unificador (el del Otro), nos traiciona y que no basta con querer liberarlo de sus tabúes sino que más bien hay que re-vivirlo no re – animarlo.
La pregunta llegada esta instancia sería más bien cómo o mediante qué proceso, un sujeto sería capaz de lograr una relación con la lengua de sus afectos. Cómo conseguir un re- encuentro con ella.
Aquí es donde toca hablar del papel que cumple el análisis al respecto. Cito a continuación a Lacan en el seminario Aún, 1972: “El lenguaje sin duda está hecho de lalengua. Pero el inconsciente es un saber, un saber hacer con lalengua y lo que sabemos hacer con lalengua va mucho más allá de aquello que podemos dar cuenta en título de lenguaje. Lalengua, en primer lugar, nos afecta por todo aquello que implica como efectos que son afectos”.
Se entiende que el análisis nos permite una forma única de acercarnos a nuestro Inconsciente, inconsciente como saber, como un saber hacer con lalangue que es donde se ha constituido el síntoma. Por lo tanto se podría deducir de forma lógica que, si el síntoma se ha formado por lalengua, será por la aproximación a ésta lengua enmascarada por el lenguaje que se podrá reducir el mismo. “El análisis nos permite deshacer por la palabra lo que se formó por ella” afirma claramente Patricia Dahan en su testimonio. Incluso se podría ir más allá y decir que al ser la lengua materna el núcleo sobre el cual se constituye el síntoma también se puede develar de allí mismo la explicación de éste y por ende la posibilidad de reducirlo.
Pero para ello antes se tendrá que pasar un por un proceso en cual habrá que desembarazarse en gran parte del lenguaje familiar por el cual somos hablados para poder así comenzar a hablar nuestra propia lengua ya que el análisis permite una re – apropiación de la lengua de los afectos.
La pregunta aquí sería ¿Cómo se desarrolla durante la cura ese saber- hacer con la lengua? Y tal vez también ¿Cómo se manifiesta ese saber – hacer con la lengua?
La respuesta está, probablemente, en las discontinuidades de significantes desprovistos de sentido que se manifiestan durante el análisis. Discontinuidades que tienen lugar en forma de surgimiento de algunos significantes de la lengua materna, fabricados por el sujeto y la falta del Otro, modulada por el goce vehiculado en ella. Son los llamados Unos encarnados en la lengua, como dice Lacan en Aún: Los Unos gozados fuera de sentido. Por esto es que luego en Encore Lacan hace hincapié en que el recurso del analista para con lalengua es justamente aquello que la hace estallar, aquello que la rompe, la fragmenta.
“El uno encarnado en lalangue se queda indeciso entre el fonema, la palabra, las frases… Podemos decir todo el pensamiento.” Indeciso hace referencia a que el sujeto no puede abarcar el todo, no lo sabe todo, esto es debido a que los efectos de lalengua sobre el goce desbordan lo que el sujeto puede cernir. Es un saber parcial en relación al saber de lalangue propia de cada sujeto. “Yo digo siempre la verdad. No la verdad entera porque decirla toda no somos capaces. Es materialmente imposible, no hay suficientes palabras. Y precisamente por esta imposibilidad es que la verdad toca lo real” Afirma Lacan. La verdad acerca de ese saber no sabido por el sujeto no es posible abarcarla “toda” por medio de la palabra ya que lo simbólico no atrapa lo real, es decir que los efectos de lalengua, articulados como un saber, van mucho más allá de lo que lo que el ser que habla puede enunciar. Lo real más bien sería el fuera de sentido de la palabra misma.
Por lo tanto un sujeto no podrá “decir” esas palabras pero sí bordearlas y esto se consigue sólo por medio del equívoco. Es en L’etourdit que Lacan hace referencia a esto diciendo: “Este decir sólo proviene del hecho de que el Inconsciente está estructurado como un lenguaje, vale decir por la lengua que él habita, está entonces sometido al equívoco que distingue a cada una de ellas. Una lengua entre otras no es sino la integración de los equívocos que se han depositado en su historia”. Se refiere a ese juego sobre el equívoco donde precisamente se da lugar a la interpretación por parte del analista.
En “Los no incautos yerran” Lacan nos dice: “Y bien, de eso se trata justamente: se trata de los semas, a saber de ese algo que se encarna en lalengua. Porque es preciso resolverse a pensar que lalengua es solidaria de la realidad de los sentimientos que ella significa. El psicoanálisis nos permite justamente acercarnos a ese impedimento, turbación, tal como he precisado: Sólo tienen sentido cuando están vehiculizados sobre las huella que traza la lengua”
Lógicamente de esta manera es inevitable deducir que si el síntoma se ha enredado al sujeto por medio de lalengua que vela el lenguaje no será sino por la aproximación a ella que podrá develarse, explicarse y desanudarse hasta deshacerse en sí mismo. A final de cuentas este desanudamiento producirá satisfacción al sujeto y a su vez la posibilidad de desprenderse de la verdad mentirosa en la cual había estado atrapado durante toda su vida. Se le llama verdad mentirosa a ese malentendido fundamental, casi estructural, que lo mantenía anonadado hasta entonces, verdad que por supuesto luego de estar desenmascarada presenta al sujeto placer pero un placer al que no se llega sin antes atravesar las llamadas “turbulencias”, como le llama Colet Soller, provocadas al encontrarse de frente con el sinsentido que ocasiona la caída del Otro que lo interpretaba. Esta verdad mentirosa tal vez no desaparezca del todo, ya que no se puede borrar algo que ya se ha escrito en el inconsciente, pero sí se puede vaciar de sentido y de esta manera perder importancia lo cual conllevará inevitablemente un cambio en el goce del sujeto o quizás se podría decir a un cambio de la relación del sujeto con su goce, ésta vez sin estar ya sometido a una verdad engañosa.
Con respecto a las turbulencias nombradas anteriormente se puede decir que éstas se presentan llegado el final de análisis cuando se ha pasado dos veces por el mismo lugar, encontrando aquello de que se era prisionero. ¿Por qué pasar dos veces por el mismo lugar? Pues porque es aprés coup, es decir mediante la re – significación, que el sujeto da cuenta de otra posible interpretación de sus decires. Es suficiente con que se vea aquello de lo que se estaba cautivo. Y el inconsciente es eso, la cara de lo real, de aquello con lo que se estaba enredado.
En su última enseñanza, en el seminario Aún año 1972, es donde se dice que el final de análisis está situado por el encuentro del sujeto con los significantes que vienen de lalengua y que se le imponen después del trabajo de desciframiento y atravesamiento del fantasma. Lacan teoriza un final de análisis como un saber hacer con el síntoma en donde el sujeto se identifica con un resto de goce que está ligado al núcleo de su síntoma. “Se trata de saber hacer con lalengua”, saber que, como se dijo antes, siempre será parcial.
¿Por qué el sujeto al final del análisis no se identifica más que con un resto de goce ligado al núcleo del síntoma? Nuevamente hay que remitirse a “Los no incautos yerran” donde Lacan explica que: “Es a partir de la lengua que se produce lo que no voy a dudar en llamar animación. Me refiero a la animación en el sentido de un serio manoseo, de un cosquilleo, de una raspadura, de un furor, para decirlo todo: La animación del goce del cuerpo” Es en aquella lengua perdida de la infancia, en aquella donde como se mencionó anteriormente los sonidos se entrelazaban con el sentido, donde se constituyó el goce, goce que anima al cuerpo. Al respecto Colet Soller en su libro “El inconsciente reinventado” lo esclarece: “No se trata de la satisfacción de goce, pero sí responde al goce, como un afecto que se presenta de improviso y que tiene su origen en el saber de lalengua que se pudo atrapar por medio de la palabra. Es decir es un afecto efecto de los significantes de la lengua fuera de sentido que ponen un límite al análisis”. Al final del análisis el sujeto consigue arreglárselas con en el síntoma, identificarse con él ya que los Otros han caído y obtener así una identidad singular ya que reconocerse en el síntoma es reconocerse en la modalidad de goce, en eso que insiste y no cesa de no escribirse.
Es en el dispositivo analítico, en el cual el analista hace de médium entre el inconsciente del analizante y el analizante mismo, que el sujeto logra re – encontrar esas palabras, esa lengua cargada de afecto y de singularidad que le permitirá encontrar la autonomía y la autorización necesarias para permitirse hablar su propia lengua. Esto conllevará a su vez a liberar la expresión más propia de sí mismo y abrir la puerta de la trena imaginaria en la cual yace paralizada toda su creatividad.
Dicho re – encuentro también podría pensarse como una construcción, es decir, como una invención propia del sujeto. ¿Por qué invención si al fin y al cabo es un re – hallazgo? Porque el sujeto nada sabía acerca de ese saber y es por ello que lo confunde, al principio, con un descubrimiento. Pero desde el inicio que el sujeto lo está “buscando” y no lo buscaría si una parte de sí, esa parte del sujeto que piensa sin él, no lo supiera ya. Quiere decir que se ha encontrado sólo que en el encuentro algo falló, hubo una división que produjo una especie de eclipsamiento de aquel saber.
Durante mi propio análisis, respecto a un particular ardor que he sentido en el estómago en momentos en los cuales estoy por decir algo que me es dificultoso, una vez escribí en mis notas que el proceso analítico era para mí un incendiarse hasta prenderse fuego y quedar reducido a un montículo de cenizas para así volver a encenderse, ésta vez de una manera singular, más vinculada al deseo y con una relación más sincera con el goce. Evidentemente este “prenderse fuego” conllevará un gran incendio en el cual se verán afectados varios factores tales como algunas identificaciones, un fajo de verdades mentirosas y varios ideales, entre otras cosas, que producirán satisfacción aunque no sin antes, o a la vez, atravesar cierto proceso de duelo. Duelo por lo que se dejó de ser mientras uno sigue siendo.
”Así es la vida, un constante querer apagarse y encenderse” Declara Cortázar. Lo mismo se podría aplicar a la experiencia analítica.
¿De qué sirve un escritor si no es para destruir la literatura? Se preguntó el argentino. Pues en este caso valdría preguntarse ¿De qué sirve un análisis si no para destruir, de forma parcial por supuesto, el discurso aprehendido por el sujeto y lograr de esta manera inventar uno propio ya no tan manchado por una educación y una cultura que elimina toda posibilidad de particularismo con el fin de preservar la unidad? ¿De qué sirve un análisis si no para machacar aquel discurso tan salpicado de palabras y con ellas deseos que nos llegaron desde Otro? ¿De qué sirve un análisis si no para resquebrajar ese discurso ajeno tomado como propio?
Por supuesto que es necesario que el sujeto entre en el discurso y si bien el análisis permitirá cuestionar y modificar el mismo, haciéndolo mutar desde el discurso del amo al discurso del analista, pasando por el histérico, el sujeto continuará permaneciendo dentro del discurso pero de diferente forma.
Es decir que la finalidad del análisis sería obtener como resultado un discurso en el que se le haya devuelto al Otro aquello que en su momento se tomó prestado de él y que permita más que comunicar, decirse. Para ello habrá primero que erosionar el lenguaje, maltratar el verbo, estrangularlo con el fin de resucitarlo después.
El análisis posibilita romper esas verdades mentirosas de las que se habló anteriormente para que una vez que el terreno se encuentre despejado y la tierra del mismo allanada, el sujeto pueda utilizar el espacio para edificar. Edificar sus propias verdades, crearlas, inventarlas, construirlas. En este punto se me ocurre, sin poder dejar de referirme también a mi propia experiencia analítica, que no es sino en un análisis donde un sujeto aprende a hablar. Solemos caer en la trampa y creer que un ser humando aprende a hablar cuando en su infancia comienza a introducirse en un mundo de lenguaje, cuando puede demandar con palabras, pero no ¡Espejo para alondras! Y cuidado: “Hay sustancias muy letales que se cuelan por cualquier parte, que se respiran sin saberlo, en las palabras, en el amor, en la amistad…” A diferencia de lo que normalmente se piensa se podría plantear que en realidad ese humano no está aprendiendo a hablar sino a ser hablado. Está recibiendo una inyección de palabras que vienen del Otro cargadas a su vez de deseos, ideales, demandas, etc que son tan ajenos al sujeto como la palabra misma. El niño entonces no estaría hablando sino más bien reproduciendo e incorporando un discurso. De alguna manera ese sujeto es el Otro que habla a través de él debido a que se identifica a ese Otro también discursivamente.
Es decir que lejos estaría el niño de utilizar el lenguaje para constituir un discurso propio, un guión que le permita decir-se, sino que mejor dicho estaría sumergiéndose en un discurso que le llega de Otro. Discurso que ni más ni menos lo representará ante sí mismo y ante el mundo y que el sujeto lo está incorporando como ese guion escrito que estudian los actores para desarrollar un film. Al ser el sujeto un intérprete de ese discurso, es el discurso mismo el que finalmente acaba convirtiéndose en el director del rodaje y por lo tanto dirigiendo su pensamiento sin que él mismo sea conocedor de ello.
Mientras él sujeto cree que habla, es hablado. Ese discurso, ese guion bien aprehendido en la infancia, no sólo está compuesto por palabras sino también por los destellos de deseo de ese Otro por medio del cual fue transmitido. Es por ello que considero que un sujeto recién aprende a hablar durante un análisis, porque primero debe desprenderse de ese libreto que habla por él. Renunciar a esa interpretación que hace del Otro. Borrarlo de donde está escrito y poder utilizar el resultante espacio en blanco para comenzar a escribir, con su propio puño, un nuevo guion, con nuevas palabras, que darán por resultado una nueva historia que dé cuenta de muchas verdades que antes se encontraban eclipasadas.
Al respecto de la verdad, Cortázar se preguntó: ¿De qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser una invención, es decir, escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza tura de turas.
A sí mismo el análisis permitirá que nuestra verdad sea una invención, ya que, para decirlo en pocas palabras, al renunciar a ser un intérprete del discurso del Otro, el sujeto tendrá la posibilidad de convertirse en el escritor de su propio discurso.
Al respecto, me veo obligada a citar una vez más a aquel que me enseñó que las palabras pueden ser también cajones de juguetes que permiten una recreación del mundo, aquel que me señaló que para escapar de ese laberinto de lenguaje en el cual nos creemos perdidos solo basta con encontrar un hilo de Ariadna.
Cito a Cortázar una vez más para concluir:
“Todo hay que inventarlo otra vez. Que el código no ha sido estatuido, que las claves y las cifras van a nacer de nuevo, serán diferentes, responderán a otra cosa. Solo el placer de su aletazo último es el mismo, antes y después el mundo se ha hecho pedazos y hay que nombrarlo de nuevo, dedo por dedo, labio por labio, sombra por sombra”
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