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BRUJAS E HISTÉRICAS VS HETEROPATRIARCADO

  • Writer: Florencia Franco
    Florencia Franco
  • Apr 18, 2019
  • 22 min read

Updated: Mar 5, 2020

Charla - debate

Club Cronopios, 16-04-19

El Raval, Barcelona





La tentativa de lo imposible (1928) René François Ghislain Magritte




¿Cómo hablar de las brujas sin haber primero ahondado en lo que éstas representaron durante aquella matanza masiva y organizada que conocemos como Santa Inquisición?


¿Cómo llegamos, como civilización, a desembocar en tal tragedia? Pero ¿Acaso la tragedia humana comienza con la Inquisición? ¿Qué hay más atrás en los anales de la historia? ¿Ocuparon, en aquellos albores, estas mujeres el mismo lugar y la misma situación?


¿Siempre fueron algunas mujeres tildadas de brujas? ¿Qué hay de aquél mito que nos confiere que la primera mujer de la Tierra fue aquella que trajo a la humanidad todas sus desgracias? No hablamos de Eva, hablamos de Pandora.


Para poder organizar este tema, que como decíamos no es más que la situación de muchas mujeres a lo largo de la historia, he adoptado como coordenadas capitales las tres cosmovisiones universales que Freud propone en su gran obra “Totem y Tabú”, en la cual se propone pensar cómo podría haberse conformado la civilización tal y como la conocemos, es decir, patriarcal.


En este intento psicológico – antropológico de explicar la conformación de la cultura, logrando un brillante análisis del discurso de la humanidad, Freud propone tres cosmovisiones universales para concebir lo humano: “La mitológica o animista, la religiosa y la científica”. Pues en ellas nos basaremos para la continuación de esta charla, su propio devenir explicará los porqués, y buscaremos fundamentalmente poder ubicar el lugar que las mujeres han ido ocupando a lo largo de la construcción de un discurso al que llamamos “Patriarcal” que comienza con el mito del Padre de la Horda.


Nunca más oportuno que hoy para aclarar a todas aquellas almas optimistas que aquí no se viene nunca a hablar en nombre de La verdad ya que – como hemos dicho antes en otras charlas - La verdad es mujer y por tanto siempre No - toda. Simplemente vengo a invitarlos a que juntos naveguemos en la historia que nos hemos contado a nosotros mismos como humanidad y que reflexionemos largo y tendido en eso.


Comencemos por lo que Freud llamó Cosmovisión mitológica. Tenemos aquí, por un lado, al hombre primitivo, el de las cavernas, el cual vive en la naturaleza y está inmensamente inspirado por la fuerza de la magia que le atribuye al mundo exterior. En relación a la situación de las mujeres se tienen registros de que éstas eran por un lado una suerte de tótem y de Tabú. Tótem porque se les atribuía el lugar del origen del universo por ser las que paren a los individuos que perpetúan la raza humana, los ven salir de entre sus piernas desde un agujero que la conecta con su interior. Y al mismo tiempo las mujeres tienen algo de sagrado, se les atribuye ciertas dotes adivinatorias y proféticas, se las compara con la magia que la Madre Naturaleza es en sí misma, a la par de ésta también es diversa y sobre todo ambivalente, a veces el calor del sol otras el arrebato de una tempestad.


En la representación de los miembros del clan las mujeres tienen algo de médium, entre la Naturaleza – a la cual encarnan – y el resto de los individuos con los cuales se relaciona.


¿Y por qué Tótem? Pues porque se les atribuye a las mujeres cierta condición de objeto, aunque al mismo tiempo emblema. La caracteriza la contradicción de lograr fascinar como horrorizar al resto de los integrantes de la tribu. Lo femenino promete gran variedad de significados, entre ellos el de la Muerte.


Es importante señalar que los tabúes más severos giran en torno al parto y en particular también a la placenta. En muchas tribus consideran una obligación arrojar la placenta al mar o incendiarla inmediatamente al nacer el bebé ya que de lo contrario, si alguien la tocase cargaría para siempre con el destino del feto como una cruz.


También se encuentran registros de rituales alrededor de la sangre menstrual: A las niñas se las considera puras hasta llegar a la pubertad pero a partir de la primera regla se convierten en impuras y se las condena a ritos insólitos: El día de su primera menstruación se la aleja del pueblo, no se la puede mirar ni tocar ni estar muy cerca, ni siquiera ella misma debe tocarse y los objetos que toca deben quemarse inmediatamente. Se tiene la idea de que la mujer menstruante con su mera presencia arruina los cultivos, las cosechas, la fermentación de la sidra y el tocino. A partir del día en que las mujeres pueden concebir son concebidas como seres que en su sangre emanan también cierta malicia, ya que se le atribuye a la sangre menstrual poderes maléficos singulares.


No debemos olvidar que esta sangre no es sangre cualquiera, sino sangre que la hembra de la especie humana despide de su sexo y que por tanto es sospechoso y se asemeja – en la representación mental del hombre primitivo - a un veneno peligroso.



Por otro lado, dentro de la cosmovisión mitológica, contamos con los grandes mitos que nos dejó la Grecia antigua. Si lo que nos procuramos es abordar la situación de estas mujeres que acabaron siendo consideradas tótems, brujas o enfermas, cómo no recordar en este momento a aquella que fue la Primera Mujer de la tierra según la mitología clásica, a saber, Pandora. Según el fabuloso cuento, Pandora nace del deseo de venganza de Zeus contra la osadía de Prometeo que había dado a los hombres el fuego divino robado del carro de Helios, la personificación del sol y dios de la luz. Resulta entonces que Zeus se enfada tanto que ordena inmediatamente la creación de una mujer que fue dotada de enormes virtudes por diferentes dioses: Hefesto la moldeó con arcilla, Atenea le dio su ceñidor, Hermes puso en su pecho las mentiras y palabras seductoras, etc.


Fijaos cómo se la crea, no con una razón en sí, sino con la finalidad de enmendar o castigar a otro y además es creación de Zeus. Al mismo tiempo Pandora es alguien que carga con una notable dualidad, por un lado es bella y seductora y por otro terrible y amenazadora.

Pandora tiene como destino engatusar a Epimeteo y entregarle ese supuesto “regalo” de los dioses, el cual no es más que el objeto que encarna la más dulce venganza del olimpo. Cuenta el mito que hasta ese momento la humanidad había vivido en la más bella y romántica de las existencias, en una especie de sueño idílico en el que todo era maravilloso y perfecto, pero entonces llega Pandora y abre el ánfora que contenía en su interior todos los males – la caja de Pandora – y despliega sobre la humanidad todas las desgracias: la vejez, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la plaga, la tristeza, la pobreza, el crimen, etc. Así es como Pandora, la primera mujer sobre la Tierra, cambia por completo el destino de la humanidad, aunque alcanza a cerrar la caja justo antes de que lograse salir de allí la última de las desgracias: La esperanza.


Si bien entre Las diosas y los dioses como Afrodita, Atenea, Hera, Poseidón, Zeus, Ades, Ares, etc no había desigualdad jerárquica - todos ocupaban el mismo rango dado que al ser dioses estaban más allá del sexo - sí que podemos encontrar algunas particularidades en cuanto al lugar que éstos ocupan en la historia. Generalmente las diosas son las diosas del amor, de la belleza, de la energía, de la maternidad y los hombres en cambio aparecen como dioses que son amos y señores de lugares puntuales como Zeus es el dios del cielo y del olimpo y por tanto allí gobierna, Ades es el dueño del infierno, Hefesto el del fuego y así… ubicándolos a éstos en el lugar de aquel que posee algo del orden de la naturaleza, a la cual conquista y domina.


Entre otros mitos encontramos tres que son de nuestro interés: El de Medea, el de Tiresias y Antígona. Comencemos con Medea, la hechicera.


¿Qué nos dice el mito sobre esta particular mujer enamorada de Jasón que de tanto amor que le tiene es capaz de poner sus dotes mágicas al servicio de rejuvenecer al padre de éste? Medea siempre tenía la pócima para todo… excepto para el desamor. La tragedia se desata cuando su amado la rechaza y la sustituye por la hija del Rey de Corinto. De tanta furia que siente frente a semejante situación Medea, previo a su expulsión de Corinto, decide vengarse regalándole un vestido embrujado a la Princesa y logrando a través del hechizo que cuando se lo pusiera se incendiase todo el palacio entero con su padre dentro. Así todo, Medea no se conforma con la familia de la princesa, sino que es capaz de matar a todos los hijos que concibió con Jasón, sacrificándolos ella misma en honor a Hera, la Diosa del Matrimonio, que según cuenta su historia vivió procurando combatir las infidelidades de su esposo, Zeus.


Encontramos en Medea, nuevamente, esta ambivalencia entre la mujer bondadosa que ama con fervor pero que al mismo tiempo puede ser tan perniciosa como el demonio, capaz de sacrificar incluso aquello que más ama y que es producto de sí, en nombre del amor. Medea es capaz de lastimarse para lastimar, de sufrir para hacer sufrir, de destruirse para destruir. Medea, antes que Madre, es mujer, aunque mujer incapaz de tolerar no ser el objeto de amor de un hombre.


Así como Medea, Antígona – la hija de Edipo y su madre, la reina Yocasta – también se nos aparece como la mujer que sostiene y acompaña a Edipo durante todo su destierro por Grecia como un penitente ciego (se había arrancado los ojos al descubrir que se había casado con su madre).


Antígona se nos aparece no sólo como aquella que sostuvo al padre sino también como una mujer entre dos hombres, Eteocles y Polinices, sus hermanos entre los cuales debe mediar y finalmente elegir entre la moral y el amor. Ella elige el amor y es por eso castigada a muerte por su propio tío Creonte, el Rey de Tebas, por haberlo desobedecido. Antígona es condenada a ser enterrada viva, por lo que decide ponerle fin a su vida ahorcándose. Si bien en este mito la mujer en cuestión no es madre sino hija y hermana, nos delata la importancia de la mujer para mantener los lazos familiares y las estructuras elementales del parentesco y la pone en el lugar de sostén del amor. Nuevamente aparece una mujer que es capaz de sacrificar todo, incluso hasta su vida, y someterse a los más intensos dolores en pos de un deseo.


Es Tiresias – y veremos ahora porqué – el único ser que guarda cierta compasión por Antígona ya que, como profeta, le ordena a Creón que entierre a su hermano pero que Antígona debía quedar libre. Lástima que la orden llega tarde... No es casualidad que sea Tiresias quién se pone en los zapatos de Antígona, pues éste ser tiene una gran particularidad en la mitología: Es el único que en la misma vida ha sido hombre y mujer. Si bien hay varias versiones, el mito cuenta que un cierto día paseando por la montaña Tiresias encuentra a dos serpientes copulando y por alguna extraña razón golpea a la hembra con su vara ante lo cual el animal se venga transformándolo en mujer. Resulta que, ocho años después, el suceso se vuelve a repetir pero de manera inversa y es cuando Tiresias es devuelto a su condición de hombre.


Este insólito suceso lo convierte en el ser idóneo para que Zeus y su esposa Hera pudieran finalmente responder a esa pregunta que tanto los hacía debatir en su intimidad: ¿Quién goza más, el hombre o la mujer? Pues quién mejor para responderlo que aquél único que la misma vida había sido ambas. La respuesta de Tiresias ante los dioses es “La mujer” lo cual indigna de tal manera a Hera que lo castiga dejándolo ciego para siempre. Si bien Zeus no puede hacer nada para enmendar semejante castigo, le entrega a Tiresias - como compensación - el don de la clarividencia y se convierte en uno de los grandes videntes de la mitología.


Este mito nos trae algo fundamental y es justamente esta pregunta que se hacían Zeus y Hera acerca de cuál de los sexos goza más. Podríamos rastrear fácilmente cómo en diferentes épocas y diferentes culturas se ha sostenido el mito de que la mujer goza más colocándola en un cierto lugar privilegiado aunque al mismo tiempo deplorado. Sobre esto hablaremos en la conclusión.


A llegado entonces el momento de adentrarnos en la segunda cosmovisión universal, la religiosa.


Según Simone de Beauvoir la iglesia es la expresión de la sociedad patriarcal, para entender por qué conduzcámonos directo al génesis, mito en el cual se intenta dar cuenta del origen del universo y de la especie humana y, como sabemos, en éste nos encontramos que Jehová Dios hace caer en sueño profundo a Adán y mientras este duerme toma una de sus costillas cuidadosamente y de ella, de forma maravillosa, crea milagrosamente a la mujer y “se la da al hombre”.


Esta será llamada varona porque del varón fue tomada” dice Dios a Adán, que seguramente observaba impávido el espectáculo. Lo que nos interesa retomar del génesis hoy es cómo la mujer – como indica Beauvoir – no es creada por Dios con una finalidad en sí, por una razón particular como sí lo está el varón. La mujer es creada por Dios para que Adán no sufra en demasía el martirio de estar vivo, para que no padezca tanto su maldita soledad y para que no se hunda en su propio silencio.


Vemos aquí, en el mito judeo - cristiano, repetirse lo que ocurría en el de la antigua Grecia: Es la mujer, en este caso Eva, la responsable de que el mal aparezca en la tierra. Es ella quién habla con satanás convertido en serpiente y cede a los deseos de la carne, a los deseos de los ojos y a la soberbia de la vida y como si fuese poco, hace caer al pobre e inocente Adán en la tentación. Según el génesis Satanás elige a Eva en lugar de Adán ya que la ve más vulnerable y además – cosa curiosa - porque ella no recibió la orden de no comer del árbol directo de Dios sino a través de Adán.


Ante semejante osadía Dios, El padre, El creador, los castiga: A ella le dice “Multiplicaré los dolores de tus embarazos y con dolor darás luz a tus hijos, tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti.” A él le profiere “con el sudor de tu rostro comerás el pan”.

Entendemos ahora porqué Beauvoir señalaba que la iglesia es en sí misma al expresión más viva de la sociedad patriarcal.


La moral Judeo – cristiana pone la sexualidad al servicio de la reproducción, se prohíbe tajantemente, sobre todo a las mujeres, gozar del cuerpo a cuerpo y la damisela debe llegar virgen al matrimonio. Se genera un horror ante la carne, el pecado original convierte al cuerpo en enemigo del alma, todo interés por lo carnal resulta perverso.


Toda la literatura cristiana nos da cuenta de la aversión que el humano puede llegar a sentir por la mujer y la repugnancia ante el cuerpo femenino. Durante toda la edad media el hecho de tener un cuerpo se consideró una ignominia para la mujer, incluso muchos médicos consideraban abominable el estudio sobre los órganos genitales femeninos.

Cito a continuación a Simone de Beauvoir en El segundo sexo:


“En las sociedades patriarcales la mujer ha conservado muchas de las virtudes inquietantes que tenía en las sociedades primitivas. Está rodeada de tabúes, purificada con ritos, bajo el control de los sacerdotes, ceremonias y sacramentos”.


Volvemos a toparnos con coincidencias respecto a algunas cosas puntuales como la menstruación, la concepción y el parto. El mismo Levítico reza: “El sexo femenino sangrante es una llaga sospechosa” o “La mujer estará 7 días en su impureza, quién la toque será impuro hasta la tarde”. Otra vez aparece la sangre menstrual asociada a la impureza y a una suerte de sustancia venenosa. Los anglosajones llamaban a la menstruación “Maldición” porque sostenían que en las refinerías los días en que las mujeres estaban en regla el azúcar se ennegrecía. Podríamos preguntarnos: ¿Qué representa esta sangre menstrual?


Vigny, poeta y dramaturgo francés, recuerda que la hemorragia periódica de la mujer se acompasa misteriosamente con el ciclo de la luna. La sangre menstrual está al mismo tiempo relacionada con ideas de crema que se agria, mayonesa que se corta, fermentación, descomposición.


Frente a esto, el hombre se defiende de la mujer en la medida en que es fuente confusa del mundo y turbio devenir orgánico, dice Beauvoir.


Pese a ello, la cosmovisión religiosa da muestras de algunos aspectos de igualdad entre el hombre y la mujer ya que si ésta renuncia a la carne entonces también puede ser rescatada y amada por el redentor, ambos son entonces servidores por iguales ante los ojos bondadosos del señor.


Cristo es varón, sí, pero es una mujer - su madre - aquella que reina sobre todas las criaturas humanas, la madre de la humanidad. La mujer es bendita cuando es madre y entonces aparece el opuesto de aquella pecadora del génesis, Eva. Tenemos por un lado a Eva la pecadora y por otro a La mujer Madre que con su pie aplasta a la serpiente librando a la tierra del mal. La virgen María, madre del señor, ofrece la salvación a la humanidad mientras que Eva el camino directo al infierno.


“La mujer es un misterio sonriente, nos recuerda Beauvoir, ¿de dónde hubiera sacado sino Da vinci a las madronas de sus lienzos?


Nos vamos ya directo a los tiempos de la Santa inquisición, siglo XIII, en los cuales la lucha contra la herejía se extendió durante tres siglos por Francia, Italia, España, Portugal, entre otros. De más está decir que dicha institución fue creada para combatir a todo aquel que osara alejase de la fe oficial y no se conformaba con el cadáver del hereje al que perseguía, sino que antes de matarlo se lo sometía a una infinidad de instrumentos y formas de tortura, siendo los más buscados los homosexuales, las brujas y los blasfemos. Es momento de recordar la famosa caza de brujas en la cual cientos de miles de mujeres fueron quemadas en la hoguera, acusadas de practicar brujería. Sólo en Alemania la cifra total de víctimas entre los siglos XVII y XVIII oscila entre las 22 mil y 25 mujeres.


Hoy se tienen conocimientos de que esas mujeres acusadas de brujas no eran otras que las parteras – principalmente - las curanderas, las prostitutas, las “rebeldes”, discutidoras, etc. Incluso normalmente las solteronas eran fácilmente tildadas de brujas por evitar el matrimonio ya que si ésta no está bajo el yugo de un hombre es porque está dispuesta a aceptar el del diablo*.


Aparece poco después también, dentro de la misma cosmovisión religiosa, la mujer poseída por el demonio y por tanto surge la figura del exorcista. Cientos de miles de mujeres se desvelan por las noches, padecen severas contracturas musculares, se retuercen desgarrándose del dolor de existir, gritan a horas inusitadas sin motivo aparente y hasta a veces insultan en otras lenguas. Nadie se pregunta por qué, simplemente recurren a quemarlas o en el peor de los casos a encerrarlas en la jaula de algún manicomio, los cuales inauguraron como institución en el siglo XV bajo el auspicio de la religión católica.

Antes de pasar a la última cosmovisión universal haremos un pequeño repaso de las coincidencias que hemos visto en las dos primeras cosmovisiones, la mitológica y la religiosa:


· En ambas el mito de la creación expresa una convicción para el varón pero no para la mujer, quien no es más que dada a éste.


· Aparece la menstruación relacionada a cierta impureza, veneno e incluso maldición.

· El hombre es el que posee y gobierna


· La mujer es quién encarna la tentación y el pecado.


· Se les confiere a las mujeres ciertas dotes adivinatorias


· Se asocia a la Mujer con la Madre Naturaleza o Madre Tierra. Madre que da la Vida y con ésta también la Muerte.


· Aparece algo de un horror ante el sexo femenino como también a la concepción y al parto

· Se le atribuye una clara ambivalencia y diversidad de significados



La segunda cosmovisión nos dejó en la caza de brujas. Pues bien, Montesquieu y Voltaire fueron ambos igualmente de radicales cuando salieron a decir abiertamente que todo aquello de la caza de brujas era una pura superstición y un gran fraude, causado por la ignorancia y el oscurantismo que el Siglo de las Luces sería capaz de superar.


Estamos en el amanecer de la cosmovisión científica. Con la Revolución Francesa se produce un gran cambio en todos los aspectos de la vida y las mujeres desarrollan un papel fundamental en ésta: Son ellas las que presas del desespero y del hambre entran al castillo a por la cabeza de María Antonieta y destacan en número y valor en la toma de la bastilla. Esta sería, posiblemente, la primera agrupación colectiva de mujeres reunidas en un mismo espacio tiempo en pos de un objetivo concreto. No es de extrañar que sea justamente en este periodo en el cual surge lo que conocemos como Primer Ola del Movimiento feminista.

Cabe destacar a dos mujeres que marcan un antes y un después en la historia: En 1792 Mary Wollstonecraft escribe la obra “Vindicación de los derechos de la mujer”, primer clásico del feminismo, en la cual exige – entre otras cosas - igualdad de oportunidades educativas para hombres y mujeres. Al mismo tiempo Olimpia de Gouges no se cansaba de denunciar que la Revolución, en su proyecto igualitario y liberador, estaba olvidando a las mujeres.


Como sabemos, en esta época de modificaciones y reformas, se produce lo que conocemos como industrialización, la cual genera un gran cambio en la estructura de las clases sociales en Inglaterra. En esta época, la sociedad británica experimenta un progreso tecnológico y científico constante que se extiende pronto por toda Europa pero, paradójicamente - cuando todo parece marchar como viento en popa y se prevé que la Era industrial pondrá en igualdad de condiciones al hombre y la mujer- surge una larga época marcada por un exagerado puritanismo y una enorme represión sexual, son los años de la Reina Victoria.


Es curioso, pero así todo siendo una mujer el máximo exponente del poder de uno de los Imperios más poderosos de Europa, se genera un gran rechazo ante la carne, semejante al que recordábamos del medioevo, a tal punto de que la reina incluso ordena tapar con largos manteles las patas de todas las mesas del Palacio, ya que éstas pueden sugerir las piernas de una mujer. Al mismo tiempo se produce una infravaloración de la mujer al punto de que se la acusa ser la responsable de todos los males sociales de la época.


Como no podía ser de otra manera, tanta represión sexual exacerbada trae aparejado un mundo paralelo: el de las transgresiones sexuales desenfrenadas, la exaltación de la promiscuidad y, sobre todo, un aumento exponencial de la prostitución ya que las prostitutas eran libres y podían ganarse su dinero (siempre que no las encontrara Jack el destripador).


Entonces tenemos frente a nuestros ojos una época representada por una clarísima doble moral: Por un lado se dan lecciones entorno a la sexualidad a los hombres y a las mujeres se les niega todo acceso a cualquier tipo de información al respecto, el sexo vuelve a estar restringido a los fines de la reproducción pero paralelamente hay un desenfreno del goce carnal absoluto. Estos dos componentes, que están tan a simple vista, son justamente la receta que Freud atribuiría a la conformación de la histeria. Tenemos aquí la expresión más viva de lo que el mismo llamó una formación de compromiso y no es casualidad que es justamente cuando emerge en toda Europa, cual peste, la fiebre histérica.


No deberíamos dejar de comentar en esta oportunidad, ya que es crucial, que el Psicoanálisis si bien fue fundado como todos sabemos por Sigmund Freud, posiblemente no hubiese tenido el mismo devenir de no ser por una gran “enferma” de histeria que pasó a la historia del Psicoanálisis justamente por ser su Caso 0. Fue el caso de una joven brillante que años después de convirtió en una gran feminista y que llevó a Freud a desarrollar los cimientos de toda su teoría.


Fijémonos cómo el término “Histeria”, introducido en el vocablo psiquiátrico en plena época victoriana, nos remite nuevamente a las dos cosmovisiones anteriores ya que la etimología de la palabra significa Útero en griego. Esto no es una casualidad y la explicación es muy sencilla: Hasta el momento los médicos encargados de atender a las histéricas coincidían en que en dicho órgano residía lo patógeno ya que siempre las enfermas eran mujeres. Sin embargo, nadie había podido demostrar qué era lo que de dicho órgano se encontraba afectado, ante lo cual intentaban justificarse diciendo que aun la medicina no contaba con la infraestructura y la aparatología necesaria, cosa que cambiaría en el futuro.


¿Cuáles eran los síntomas de los que se aquejaban las mujeres que padecían histeria? Si bien podían ser muy variados, algunos eran más frecuentes que otros:


· Parálisis totales o parciales

· Anestesias en ciertas zonas del cuerpo

· Contracturas severas

· Perturbaciones graves en la visión

· Parafasia (tipo de afasia caracterizada por la producción no intencional de sílabas, palabras o frases durante el habla)

· Tos nerviosa

· Sonambulismo persistente

· Alucinaciones


Fue Jean Martin Charcot, padre de la neurología moderna, quien investigó muy a fondo decenas y decenas de casos de histeria como director del prestigioso hospital parisino de la Salpetriere y llega a la conclusión de que el fenómeno histérico no tenía nada que ver con el útero ya que aseguraba haber visto también casos de hombres que padecían la susodicha enfermedad. Por tanto, sostenía que la histeria se debía a un daño neurológico, aunque no pudo nunca precisar cuál.


Freud, joven neurólogo y ya enterado de los fascinantes desarrollos de Charcot, decide viajar a París para comenzar con él a estudiar aquella suerte de peste que se propagaba por Europa.


Poco después de haber sido discípulo de Charcot en la Salpertriere, llega a los oídos de Freud el caso clínico que su colega Josef Breuer lleva a cabo desde hace un tiempo. Es el caso que como decíamos se considera dio pie a la fundación del psicoanálisis como método terapéutico.


Se trata de una joven de 21 años, austriaca, proveniente de una familia acomodada. En el primer estudio sobre la histeria que escriben Freud y Breuer la describen como una muchacha de sobresaliente inteligencia, poseedora de una intuición penetrante, digna de un poderoso intelecto y dotes poéticas, justamente por estos motivos es que se la considera in – sugestionable e in – hipnotizable.


Pese a ello ambos médicos reconocen algo que cambiaría para siempre el devenir de la psicología y la psiquiatría: El síntoma histérico responde a la palabra. A medida que Anna O.- como la llamaron para preservar su identidad – relataba sucesos traumáticos de su vida y descargaba el monto de afecto asociado a ellos, sus parálisis se curaban, su tos se calmaba, sus dolores se apaciguaban, sus alucinaciones cesaban, ya no veía ni serpientes ni calaveras. Estos dos médicos habían comprendido que no todas las afecciones que aquejan a un sujeto responden a una afección meramente anatómica y que no era allí donde debían buscar las causas. Por tanto estas “enfermas” no necesitaban ninguna pócima ni ningún tratamiento para acallar sus malestares sino que lo que necesitaban era hablar. Con todo su cuerpo pedían a gritos ser escuchadas.


Es Anna O, posteriormente reconocida en su verdadera identidad como Bertha Pappemheim, fue quién postuló por primera vez que la terapia se trataba de una “talking cure” – cura de conversación, cura por la palabra.


Ella lo supo más bien que nadie: comenzó su tratamiento con parálisis total en la extremidad superior derecha y en ambas inferiores, una desesperante tos nerviosa, sonambulismo persistente y hasta se aquejaba de ver inclinadas las paredes. Nadie podría negar que algún efecto habrá ejercido sobre ella el hecho de que por primera vez se le otorgase la palabra y se le permitiese expresarse como sujeto particular. El tratamiento no duró mucho, pero así todo hoy sabemos que Bertha Pappemheim pasó de estar – según ella – paralizada y sometida a los cuidados de su padre a convertirse en la primer mujer asistente social de Alemania, fundadora del establecimiento “Cuidado de la mujer” en 1902, fundadora del Comité de la mujer judía y recaudadora de fondos millonarios para la causa feminista.

Renegó de contraer matrimonio hasta el último de sus días para no volver a estar bajo el dominio de un hombre y si bien no fue madre, dio muestras de “sublimar” algo de ello a través de su profesión ya que ocupó la mayor parte de su vida dirigiendo un orfanato de niñas y luchando por liberar a la mujer de las ataduras de la sumisión. Se conoce que también desafió en varias oportunidades a los mercantiles que traficaban adolescentes judías del Medio Oriente y las vendían como esclavas en burdeles europeos.




Bueno, creo que este caso clínico habla por sí solo de los síntomas del Patriarcado.

A modo de conclusión me gustaría más que nada subrayar los puntos que encontramos repetidos en las tres cosmovisiones universales ya que, como el psicoanálisis enseña, la repetición siempre conduce a lo esencial:


Se observa un cierto temor ante el genital femenino y que se intenta por ende evitarlo, lo mismo para con la sangre que este elimina una vez al mes. No es casualidad que ambos temores o terrores tengan que ver con la reproducción y con el hecho de que la mujer pueda ser la que concibe en su seno nueva vida y pare nuevos individuos. Recordemos que también a la mujer se la ha asociado con cierta ambivalencia de carácter y ligada más profundamente que el varón a la Naturaleza, la cual también es madre.


Recordemos a Nietzsche cuando en el Nacimiento de la tragedia afirma que la vida y la muerte no son sino la misma cosa. Cito:


“La vida es como una fuente eterna que constantemente produce individuaciones y que, produciéndolas, se desgarra a sí misma. Por ello es la vida dolor y sufrimiento de quedar despedazado lo Uno primordial”.


No hay vida sin La muerte ya que no son dos cosas separadas. El hecho de que la especie se reproduzca acentúa el carácter “efímero” de cada uno de los individuos que la componen, ya que cada generación será sucedida por la siguiente. Es por esto que el sexo mismo siempre se ha asociado a la división y a La muerte – el orgasmo la petit mort – porque es justamente el sexo el que nos confronta a la finitud de la existencia.


Es, posiblemente, por este desgarro de La vida para producir individuaciones constantemente que se ha asociado a las mujeres con ella y con La madre naturaleza la cual es siempre fuente de nueva vida. Como dice Beauvoir: A la mujer, dada su capacidad de concebir, se la destinó desde el hombre primitivo a ser la sierva de la especie, la que le sirve a la especie, reproduciéndola.


Por suerte hoy sabemos – no en todos lados, en Argentina algunos no se han enterado - que no toda mujer es madre y que su destino biológico no determina el desarrollo de su historia personal. A esto contribuyó enormemente Freud cuando supo observar que los niños en sus teorías sexuales infantiles interpretaban el sexo anatómico y le atribuían – según el discurso – un significado u otro.


Ser hembra no basta para ser mujer – mujer no se nace, se hace – como tampoco basta ser macho para ser hombre. La anatomía no es el destino como pensaba Napoleón, es simplemente un significante que de por sí no significa nada, la cuestión es que luego en función del discurso – es decir, los ideales, los deseos de los otros, los mandatos sociales, etc – vamos construyendo lo que hoy en día se denomina Genero, el cual es justamente una construcción social que como todo otro significado está sujeto a las fluctuaciones del discurso.


SIGNIFICANTE SEXO ANATOMICO

_______________ ___________________

SIGNIFICADO GENERO



“El significante es el instrumento con el que se expresa el significado desaparecido”. Nos dice Lacan. El significante remite siempre a otro significante mientras que el significado es una construcción del sujeto que viene a enmendar esa falta estructural de significación.

Esto en el siglo XXI debería quedar, pienso, bien claro.


Lo importante es, creo, entender que así como construimos como especie la idea – que no es más que decir lo mismo especie e idea – de que para ser mujer hay que comportarse así o asá y que para ser un verdadero hombre hay que hacer tal cosa, no debemos olvidar el carácter de construcción y por tanto de ficción de estas supuestas verdades. La mujer, como dijeron Nietzche y Beauvoir, es un ideal y esto es porque el género mismo es un ideal, es decir un imposible, algo en lo que se supone que todo sujeto debe aspirar encajar.


Así como en los mitos tanto mitológicos como religiosos se les confiere a las mujeres una enorme diversidad de significados lo que creo que tiene para aportar un siglo eminentemente marcado por mujeres es justamente invitar a la diversidad, esa diversidad que surgió al caer la imago paterna durante la Revolución francesa y que permitió la reorganización de la especie, tanto en las formas que esta tiene de agruparse – la familia – como en la manera de concebirse cada individuo como particular. La mujer ofrece la pluralidad, la multiplicidad de lo vivo, la inmensidad de maneras de gozar y de relacionarnos. Creo que en ello debemos centrarnos para comenzar a pensar en un discurso que no fuera patriarcal.


Y al respecto de esto, como opinión personal, creo que ya no deberíamos preguntarnos, como lo hacían Zeus y Hera, acerca de quién goza más si el hombre o la mujer, o quién tiene más privilegios o más poder. Es evidente que lo aquí subyace es una cuestión de relaciones de poder pero en lo que se debe hacer hincapié es que la querella de los sexos por el poder es ridícula y no conduce más que a desastres, como ya hemos visto.


Recordemos a las brujas, a las histéricas y a las prostitutas como mujeres que pidieron ser escuchadas y que se dispusieron a tener cierto control sobre sus cuerpos, mujeres que como Bertha Papemheim, tuvieron un enorme caudal de brillantes ideas y opiniones que decirle a una sociedad que por tener un pene entre sus piernas se creía superior. Hoy, nosotras y nosotros, somos esas brujas, esas poseídas y esas enfermas en la medida que no se nos permita - o nos permitamos – hablar nuestra propia lengua, decirnos en nuestro propio discurso y obrar conforme a nuestro propio deseo.


En ello radica toda posibilidad de “pacificación” entre uno mismo y entre los sexos, en que podamos entender que no hay nada que conquistar allí afuera como hacía Napoleón, sino que primero debemos comenzar por hacer una limpieza de chimenea – para usar palabras de Bertha- de lo que fue ese discurso que corrió por las bocas de tantas generaciones y recordarnos una vez más que las verdaderas revoluciones comienzan también desde dentro hacia afuera.


Gracias una vez más,

 
 
 

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